por Aldo María Valli
Con su entrevista a Fazio, el Papa ha puesto a la Iglesia católica en liquidación.
Dijo que le gusta pensar que el infierno está vacío. “Es algo personal mío, no un dogma”, añadió, como para restar seriedad a la afirmación. Pero él es el Papa, el vicario de Cristo en la tierra. Cada declaración que hace, aunque se exprese a nivel personal, tiene un peso específico como ninguna otra. Y él sabe cómo funciona: ‘Si el Papa lo dijo…’.
¿Por qué digo que con sus palabras el papa ha puesto a la Iglesia en liquidación? Muy sencillo. Si el infierno está vacío significa que no hay juicio. Y si no hay juicio significa que no hay pecado. Y si no hay pecado significa que nuestro Señor vino al mundo para nada porque un mundo sin pecado no tiene necesidad de redención. Y si nuestro Señor Jesús vino para nada, significa que fundó la Iglesia para nada. Y si la fundó para nada, significa que no es necesaria. Y si no sirve para nada, se puede abolir con toda seguridad. Y si se puede abolir, ¿para qué está el papa?
Bergoglio, al poner a la Iglesia en liquidación, también ha puesto al papa, y por lo tanto a sí mismo, en liquidación. Suicida. ¿Se da cuenta de esto?
Parafraseando a Francisco, me gustaría pensar que no se da cuenta y que sus facultades mentales no están en su sitio. Desgraciadamente, no es el caso. Como me dicen amigos argentinos que le conocen, y como confirman algunos desde dentro de los sacros palacios, sólo le interesa el poder por el poder. Y la imagen de sí mismo. Après moi le déluge. Así que es feliz si los Fazios de turno se arrodillan ante él. Basta. El resto no le interesa lo más mínimo. Al contrario, que la Iglesia sea puesta en liquidación le complace. Porque en realidad la desprecia. En el Vaticano llevan mucho tiempo susurrándolo. El Número Uno, como le llaman allí, desprecia a la jerarquía, desprecia a los cardenales, desprecia a los obispos, desprecia todo el mecanismo curial y eclesial, una maquinaria que sólo tiene sentido para él en la medida en que le permite ejercer el poder y cultivar su imagen.
Se pueden hacer muchas hipótesis y razonamientos sobre el origen de ese desprecio. Lo esencial es que la idea de un infierno vacío no es expresión de un espíritu misericordioso, sino de nihilismo. Un nihilismo doctrinal, teológico y litúrgico que ya había aflorado en abundancia, pero que ahora ha salido a la luz con esta voce del sen fuggita. Revestido de peronismo práctico, el nihilismo bergogliano se traduce en ambigüedad sistemática. Que utiliza con el propósito habitual: exaltarse a sí mismo y devolver el golpe a la Iglesia.
¿Se recuperarán algún día la Iglesia católica y el papado del golpe infligido por Bergoglio?
Humanamente hablando, es difícil. La voz del papa ha quedado reducida a la de un influencer superficial y demagógico. La Iglesia, como institución, pierde credibilidad día a día. Y ahora, con la declaración papal sobre el infierno vacío, ha perdido oficialmente su sentido.
En los sacros palacios están consternados. No tanto por la fe, sino por el destino de la institución. Como funcionarios de una gran burocracia, los curiales no pueden permitir que el aparato pierda sentido y función. Si el aparato se acaba, ellos también.
Se trata, pues, de una cuestión de vida o muerte (no eterna, obviamente). Y cada día que pasa, la situación se vuelve más pesada, ya que la institución se hunde cada vez más.
Hubo un tiempo en que en un caso como éste se hubiera procedido con una hermosa conspiración palaciega, pero para ser conspirador se requiere inteligencia y valor, y alrededor no los hay. En cambio, hay mucho miedo, porque el tirano es vengativo y tiene espías por todas partes.
Así que navegamos a vista, hasta la próxima entrevista, hasta el próximo motu proprio. Hasta la próxima tontería de Tucho. Intentando ganarse la vida siendo invisible.
¿Esperanzas en el próximo Papa? En mi libro Cómo acabó la Iglesia imagino que después de un Francisco I vendrá un Francisco II y luego un Francisco III y así sucesivamente, durante bastante tiempo. La hipocresía clerical no tiene límites (quizá los que le odian puedan pedir la beatificación de Bergoglio) y el neomodernismo ocupa todos los ganglios de la institución.
La Iglesia ha sido liquidada en televisión y el papa se ha suicidado en directo, en un programa de entrevistas nocturno, para complacer a la gente. Cierto. Cierto que fue la televisión la que decretó su fin, en nombre del share. No podía haber sido de otro modo. Después de que la Iglesia se vendiera al mundo, no podía haber otro final, siendo la TV la expresión y la síntesis del pensamiento del mundo.
Sólo el buen Dios, como y cuando quiera, puede venir y quitar la cartel The End para escribir un guión totalmente nuevo. ¿O tal vez ya lo esté escribiendo?
Fuente: Duc in altum